Luces de colores, banderas y guirnaldas decorando las calles. Trajes lujosos, exóticos o barrocos que se descuelgan de las perchas. Maquillaje expresionista, purpurina, laca. Calor y emoción. Sobre todo emoción. Sables abrillantados, estandartes. Tambores. Gente asomada a los balcones. Pero sobre todo en la calle, sentada en sillas de madera, de esas plegables, o en los bordillos. Sobre todo de pie. Gente, mucha gente. Expectación. Vendedores ambulantes. Cerveza fría, rosas, mecheros. Ambulancias y policías locales. Fotógrafos. Periodistas. Expectación. Niños y ancianos. Turistas. “Que empiece ya”, dice alguien. Y entonces, justo entonces, Chimo, la marcha mora más popular y reconocible, comienza a sonar. Todo el mundo de pie. Alcoy está en fiestas, en su semana más grande. Los Moros y Cristianos del 2010 por fin empiezan.


La fiesta de Moros y Cristianos se celebra en multitud de localidades de la Comunidad Valenciana –como por ejemplo Ontinyent, Onil, Pego, Dénia, El Vergel-, pero los de Alcoy, donde se conmemoran desde hace 300 años, se han convertido en referencia obligada.  Por su gran tradición y organización, por la calidad de sus entradas, por su rigurosidad y, por qué no decirlo, también por su pureza. Todo eso ha contribuido, sin duda, a que esta tradición haya sido declarada de Interés Turístico Internacional. Sin embargo, hay un rasgo que, al tiempo que los hace únicos, ha ensombrecido estas famosísimas fiestas. Y esa razón no es otra que la exclusión de las mujeres.

Los medios de comunicación han sido testigos de la discriminación de las mujeres en tan conocida celebración y han reflejado la controversia en sus páginas convirtiéndose en altavoces de las reivindicaciones antisexistas.